Cuando Dios repartió los dones a cada tierra, de alguna manera quiso que Jerez se impregnase de una mayor proporción de arte. Jerez refleja todas sus virtudes artísticas en cada una de sus fiestas, pero donde quizás estas virtudes se hagan más patentes, sea a través de la Navidad. Jerez celebra como ningún otro lugar del mundo la Navidad. Jerez y la Navidad son el perfecto e indisoluble binomio donde convergen la tradición, el arte y el compás, celebrando el nacimiento de Dios, con un denominador común: la Zambomba.
La Zambomba ha experimentado un auge en la década de los ochenta del pasado siglo, de la mano de los artistas gitanos y jerezanos: Manuel Fernández Molina, Parrilla de Jerez y Antonio Gallardo Molina, quienes con sus composiciones elevan la categoría musical y lírica de la Zambomba. Posteriormente, a finales de los noventa y principios de los dos mil, es otro artista gitano y jerezano: Fernando Fernández Patoja, Terremoto hijo, quien termina de consolidar este auge de la fiesta navideña jerezana con sus composiciones.