La historia de cualquier fotografía es la de las personas que aparecen, casi siempre sonrientes, en ella. Es la historia de un momento preciso en la vida de los fotografiados, de un instante que queda guardado para el futuro, expectante a que el observador rememore ese tiempo con un golpe de vista, que traiga al tiempo actual lo vivido o, si lo desconoce, pueda interesarse por lo que esa foto refleja. La historia de la fotografía del jazz de Madrid, “Madrid en Vivo es Jazz”, es también una historia de compañerismo, de amistad intergeneracional, de talento, de suma de esfuerzos, de “todos somos jazz”. Un instante que refleja miles de noches sobre los escenarios, millones de notas musicales que dan forma al aquí y al ahora de esta bella música en esta increíble ciudad.
Y es además el eco de las salas con sabor a jazz de Madrid en Vivo. El de Clamores, Bogui Jazz, Galileo Galilei, Café Berlín, El Despertar, El Intruso, El Junco, Marula, Moe, Barco, de todas ellas, un hermoso eco que resuena en las noches ante un público que ama una música salida del corazón y que es ofrecida con profesionalidad, pasión y entrega por los protagonistas que aparecen en la foto. Músicos que, en los escenarios, se muestran ante el público en su espacio natural, junto a su herramienta de trabajo, su instrumento, y que en esta foto se muestran, además, tal como son, como cada individuo, como cada artista, y como el colectivo de personas al que debemos el jazz de Madrid noche tras noche. Apoyarlo es reconocerlo. Reconocerlo es amarlo.
Y allí, para esa foto, esa tarde de primavera, en la escalinata del imponente patio central del Centro Cultural Conde Duque, uno de los motores y centros neurálgicos de la cultura madrileña y por ende de la de todo un país, Madrid en Vivo reunía, para capturar un momento en el tiempo, un momento en el arte y la cultura capitalina, a decenas y decenas de músicos y así dejar una muestra indeleble de la actualidad (presente y futuro reflejado en las personas que en la foto aparecen) del jazz que se hace en nuestra ciudad. Un jazz rico y variado, hecho por hombres y mujeres de muy diversas procedencias, con distintas inquietudes, experiencias, trayectorias, formación, ilusiones, ambiciones, gustos, realidades, que, quizá por todo ello, y por la idea común de llevar este arte a sus más altas cotas, hacen que el jazz de aquí florezca en múltiples conceptos y formas. Siempre bellas. Siempre necesarias.
Allí, en primera fila de esa foto, y también en la primera de nuestro respeto, admiración y cariño, los maestros de maestros, esas personas indispensables para entender cómo el jazz madrileño ha llegado hasta aquí en tan buen estado de forma. Músicos insustituibles, como Pedro Iturralde, precursor del jazz nacional y de su fusión con el flamenco. Una vida dedicada a la música en cuerpo y alma. Un espíritu libre que se abrió camino y se lo abrió a varias generaciones de músicos que aprendieron de su arte. O como Jayme Marques, el artista que decidió ser nuestro vecino trayendo consigo la bossa nova de su Brasil natal, primer músico en consolidar este bello y elegante estilo en nuestro continente, una afable persona que demuestra aún en los escenarios, por mucho tiempo, que la edad otorga aún más prestancia, sabiduría y exquisitez.
O como Nirankar Khalsa, maestro de la batería que ha guiado el camino a decenas de alumnos, ahora maestros. O como Natalia Dicenta y Pedro Ruy-Blas, voces imprescindibles del jazz nacional con una trayectoria sobresaliente. También Susana Ruiz, una luchadora en su profesión y en su vida, ejemplo para todos. O Bob Sands y Bobby Martínez, músicos de referencia e impulsores de big bands que han sido y son cantera y lugar de desarrollo de decenas de artistas que ya son una preciosa realidad.
Y, todos ellos, rodeados de otros maestros. Decenas de maestros de todas las generaciones que hacen del jazz que vibra en nuestras calles uno de los motivos culturales que enriquecen esta ciudad y la hacen extenderse al mundo. Músicos como Jorge Pardo, quizá el instrumentista más reconocido fuera de nuestras fronteras, galardonado innumerables ocasiones. O Josemi Carmona, Pedro Ojesto y el resto de flamencos que han enriquecido este estilo, al igual que lo han hecho los músicos cubanos y latinos. Todos y cada uno de ellos, tantos… y con tan amplio bagaje que sería imposible desgranarlo en estas líneas. Varias generaciones y una por llegar. El bebé de la cantante Ángela Cervantes y el saxofonista Ariel Brínguez, también presente en esta foto, demuestra que hay futuro.
Un día ventoso y que amenazaba lluvia, a ritmo de jazz, incluso con improvisaciones, como mandan los cánones del estilo, todos ellos, juntos, a una, se organizaron ante de la cámara de Juanlu Vela, otro maestro de maestros delante de cuyo objetivo han pasado Miles Davis, Camarón de la Isla o Leonard Cohen, y posaron -sí, con una sonrisa-, en las escaleras de Conde Duque para dejar constancia del jazz de este momento y de este lugar, el de nuestro Madrid de 2019.
“Ha sido más fácil quedar todos hoy que para algunos ensayos”, comentaba bromeando uno de los músicos entre los animados corrillos. “Qué buena idea, por fin todos juntos”, se escuchaba, materializando así la ilusión que los invitados habían mostrado cuando fueron contactados para estar presentes en este momento único. Desde los días previos se notaba las ganas de reunirse para este motivo, de vernos todos allí para dejar constancia de quiénes somos, de lo que somos, de que el jazz nos une, de que juntos somos arte. El encuentro -para muchos reencuentro- se selló entre abrazos, entre mutuos reconocimientos y, cómo no, entre ocasiones para ponerse al día de los próximos proyectos en los que ya están trabajando.
Abrazos en lo personal por una historia que tantos músicos han recorrido juntos, compartiendo proyectos, para mantener vivo a lo largo de los años su arte ante el público. El abrazo entre distintas formas de entender el jazz. Conversaciones cruzadas. Mucho que contar y que recordar en el reencuentro.
Así es el jazz, como esta foto, talento puesto en común para crear arte. Todos, a una, para mostrar lo que somos. Por algo siempre se ha dicho que el jazz, más que un género musical, es una forma de entender la vida. Y de vivirla.
Queda para el recuerdo una foto. Queda en una foto el recuerdo de un momento inigualable del jazz en Madrid. Historia viva.