MEDIAPUNTA siempre ha aspirado a componer La Gran Canción Pop. Esa obsesión dominaba las cuatro canciones del disco de debut de los aragoneses, Amor olímpico. Y esa vuelve a ser también la principal motivación de No quiero sentirme solo (Sonido Muchacho, 2022), su estreno en formato largo un disco en el que cada una de las diez canciones que lo componen se estira hasta casi tocar el cielo.
Ese espíritu transgresor, de tomárselo todo un poco a chirigota y encontrar en ello un singular sentimiento poético, es una de las constantes de la formación maña, al borde casi siempre de saltar por los aires por su nula intención de poner coto a su propia desmesura. Sus canciones son propulsadas por una energía cuasi-punk, pildorazos de tres minutos en los que la MEDIAPUNTA se lanzan a tumba abierta entre estribillos sha-la-las a contar historias de amor torcido, entre afortunadas imágenes de noches vino y rosas, invasiones aliens y luces estroboscópicas.