Para la pianista María Parra, la música es un constante desafío. Tras muchos años dedicada a perfeccionar su estilo al rebufo de compositores clásicos, se encontró a sí misma cuando decidió que la felicidad pasaba por expresar sus emociones más íntimas a través de sus propias composiciones. Así surgió Visión, su primer trabajo con obras suyas.
Mientras mostraba su faceta más clásica, estudiaba y se recreaba en la intimidad del jazz, que perfeccionó en sus años en el Taller de Músicos de Barcelona. El desafío era trasladar su visión de la música a la improvisación del jazz, arropada por dos compañeros de viaje que forman una de las bases rítmicas más sólidas del panorama jazzístico nacional, el contrabajista Miguel Rodrigáñez y el baterista Gonzalo Maestre.