Lígula recibe su nombre de una calle en Madrid. La calle donde todo empezó a germinar, que cuenta la historia de unos cuantos amigos que se juntaban por las tardes para tocar en un local de ensayo. Pero más allá del detalle biográfico,
Lígula es un homenaje a la intimidad de la música, a los principios, a unos pocos acordes de guitarra que se expandirán en todas direcciones hasta ser canción. Allí es donde Lígula existe, donde se hace y se deshace, y coge forma para contar las mismas cosas de siempre de una manera diferente.