Un buen día, Ton Llevot y Maxi Ruiz salieron a pasear por el bosque cada uno por su lado. El primero silbando una tonada psicodélica. El segundo, calzando botas para pisar ritmos sintéticos. Se encontraron al llegar a un claro, y allí los estilos de uno y otro se enredaron, dando lugar a Antònim. El dúo ha creado un lugar donde la electrónica echa raíces y crece entre el follaje espeso, creando ramas que van del folk a la indietrónica, siempre alrededor de un misterio melódico.
Érase un músico a un theremin pegado (aunque sin llegar a tocarlo, claro). Javier Díez y la sola compañía de su instrumento son capaces de crear música totalmente bailable, seductora y contemporánea. Gracias a los prodigios de la tecnología, cada nota de Therematic se multiplica en direcciones diferentes generando todo un engranaje automatizado. Es así que una melodía de theremin puede ser a la vez una atmósfera, una línea de bajo o un ritmo. Puede sonar a IDM, a exótica, a kraut, a industrial o a electro. En la música etérea de este instrumento icónico de la protoelectrónica las melodías y ritmos se entrelazan y confunden. Pura hipnosis. Hits para robots que salen a ligar, canciones de una fiesta de androides, melodías para hacer felices a autómatas.