El próximo miércoles 29 estarás junto a Guinga en Galileo Galilei, dentro del ciclo Jazz Con Sabor a Club 2023, enmarcado en el festival JAZZMADRID23. ¿Qué podemos esperar de este concierto?
Mi querencia por la música brasileña viene de bastante atrás. Como sabe todo el mundo, soy aficionado a toda la música. De los primeros discos que cayeron en mis manos, fueron los de música brasileña de aquella época, de los 70: Jobim, Vinicius [de Moraes], Toquinho. Posteriormente los de Milton [Nascimiento], o Guinga, por supuesto. Me debía este encuentro en mi país con algún gran músico brasileño. En cuanto surgió la oportunidad de hacer algo con Guinga, no lo dudé, a pesar de que su música es compleja y tenía que hacer un acercamiento grande. Estoy muy contento de recibir a Guinga. Va a ser un concierto muy especial para mí.
¿Qué te fascina más de la música de Guinga y cómo crees que casa con la tuya?
La música de ambos tiene cierto paralelismo. En el sentido de que puedes decir que su música es brasileña, pero también podría ser música neozelandesa en un momento dado. Trasciende a las tradiciones musicales de su país. Sin embargo, siempre le ves los dejes y las maneras de toda la música popular de Brasil. Es música universal con acento brasileño. Y sin querer pecar de grandilocuente, creo que es lo mismo que me pasa a mi. Mi música es universal, pero el acento flamenco no hay quien me lo quite.
¿Cómo llegas a tocar con figuras del flamenco como Camarón o Paco de Lucía y, siendo eminentemente autodidacta, cómo te adaptas a sus lenguajes musicales?
Prácticamente es un ejercicio de vida. Es como el dicho de “Dios los cría, y ellos se juntan”. Quizá sin tener una gran consciencia, vas dando pasos en la vida en una dirección, que ni tu mismo sabes. Pero debe ser que las estrellas si lo saben, y te vas dejando llevar, y te lleva a sitios tan fantásticos como sentarte al lado de Paco, o al lado de Camarón, o al lado de Chick Corea. Por mencionar a lo más sonados, porque podría nombrar a otros 40 o 50 que no tienen tanto nombre, y que también me han enseñado muchísimas cosas.
Si aterrizara un extraterrestre ahora mismo, ¿cómo le explicarías lo que ha supuesto Paco de Lucía para el flamenco y para la música en el mundo?
[Risas] Bonita pregunta…Principalmente, al extraterrestre le pondría alguno de los discos de Paco, para que hable su guitarra, su talento y su talante por sí mismos. Después de ponerle la música le diría que si ha escuchado alguna otra guitarra que tenga esa profundidad, esa belleza y ese riesgo, que me lo diga, que la escucharé yo también. Mientras tanto, seguiremos escuchando a Paco.
En ese caso, ¿qué disco le pondrías?¿Cuál sería el elegido?
Puf…hay muchos, y muchas piezas escondidas por ahí con auténticas joyas. Escogiendo un disco, y sin poner cosas que yo he grabado con él, que las hay magníficas en vivo; quizá me quedaría con uno de los discos de Paco más redondos: Siroco (1987).
¿Cuáles consideras que son las principales conexiones entre el flamenco y el jazz?
Tienen muchas cosas en común. El gusto por el ritmo, por el compás. Por esa sensación de swing que se dice en el argot del jazz, o de aire o soniquete que se dice en el argot del flamenco. También el gusto por las notas de blues que están un poco fuera del pentagrama. Además, la tradición de sus intérpretes de no ajustarse a los cánones. Que la expresividad gana a la precisión técnica, y se premia más la espontaneidad que el culto a lo redicho.
Haciendo un repaso a tu extensa discografía, da la impresión de que todos tus discos son bastante conceptuales, ya incluso desde los títulos (Trance Sketches, Mi Sonido, Mi Metal; o 2332). ¿Suelen partir desde una premisa conceptual de forma intencionada?
El proceso de creación de los artistas, o el mío, más en concreto, suele ser bastante caótico. Los músicos solemos decir que uno nunca termina un disco, se abandona. Esas piezas del disco siguen caminando y transformándose con distintas interpretaciones e instrumentaciones. En mi caso no hago una previsión, van formándose las cosas de forma natural o incluso caótica. Le doy mucho margen a la intuición.
Muchas músicas nacen y se desarrollan de una forma determinada según su contexto. ¿Es el jazz una música de club? ¿Es su riqueza musical un reflejo de la riqueza estilística de las salas?
Es curioso. Las salas es un campo de cultivo que a mi siempre me ha interesado. En los espacios grandes, te encuentras eventos más masivos que ya han sido muy refrendados, muy pensados, muy arquetizados, o muy promocionados…Sin embargo, en las salas, se cultivan más encuentros en los que no se sabe qué es lo que va a ocurrir. Muchas veces no hay un repertorio fijo, incluso las formaciones cambian de un momento a otro. Tienen más esas holguras que al arte, que a la música, le otorgan un atractivo único. Así que…¡que vivan las salas!
Siendo un músico con tu experiencia, con miles de conciertos…¿recuerdas algún concierto en concreto como una actuación memorable, irrepetible o que te cambiara la vida?
Lo cierto es que no. Todos son únicos, porque todos te conmueven, o te han aleccionado, para bien o para mal. Así que todos tienen su importancia. Te diré que el del próximo día 29 en Galileo con Guinga va a ser muy especial.
¿Hay alguna música que se le resista a Jorge Pardo? Que no toleres escuchar o que no te veas expresando musicalmente.
Me atrevo con todo [risas]. A priori, no. Me gusta todo. Otra cosa es que en algún momento musical no me sienta yo a gusto con lo que está sucediendo en un momento puntual. A todo le encuentro el punto. Si te metes en ese mundo sonoro, cualquier cosa te puede estremecer.