Después de completar en Liverpool la primera parte del programa de intercambio con LIPA, y habiendo realizado el primer concierto de la gira en Liverpool. ¿Qué enseñanzas te llevas tú de este tramo inicial de la experiencia?
Uno siempre se trae más de lo que da, en cualquier experiencia docente. Soy doblemente afortunado porque esto de irme a Liverpool lo hice ya hace 14 años, y ahora he vuelto. Y estar cerca de gente que esta empezando, con tanta energía y tanta ilusión, te enseña que no hay que parar de pasar el relevo y de aportar lo que puedas desde tu conocimiento. Es lo que mantiene viva la música.
El miércoles 12 de junio, en Galileo Galilei, comienza la gira en España junto a la banda LIPA, dentro de AIEnRuta Artistas. ¿Cómo afrontas este concierto?
Estoy muy nervioso por dos motivos. Además de los nervios propios de estrenar el proyecto con los maravillosos chicos de LIPA, es la primera vez que voy a tocar canciones del nuevo disco, Un Lugar Perfecto (2024), en Madrid, en directo. Y si, encima, lo haces dentro de este proyecto tan bonito de AIE, que le pone tanto cariño, tienes la presión y la responsabilidad de hacerlo lo mejor posible y devolverles todo ese trabajo.
Retomando la primera pregunta, pero ahora desde la perspectiva contraria. ¿Cuál crees que es la principal enseñanza que le has podido transmitir a los alumnos de LIPA?
La autoconfianza. Que, aunque es gente que no tiene experiencia, porque son muy jóvenes, son capaces llegar a desarrollarse y llegar a un estadio profesional si se concentran y trabajan. Y, desde luego, así lo han demostrado en el tiempo que hemos estado trabajando juntos.
¿Y crees que se puede echar en falta un programa similar a nivel nacional?
Desde luego. Y es algo que ayuda, tanto al artista que está empezando, como al más experimentado. Porque, para enseñar, uno tiene que repensar y reestructurar tus conocimientos para poder transmitirlos. Y ese ejercicio es muy beneficioso, a muchos niveles. Para explicar algo, tienes que desmenuzarlo y reaprenderlo.
¿De qué manera favorecen proyectos como AIEnRuta Artistas a los músicos?
Es fundamental porque se necesita. Al margen del apoyo emocional y el espaldarazo que supone, necesitas una plataforma monetaria en la que apoyarte que te permita desarrollar tu discurso. Ahora en Liverpool, veíamos música en directo en cada bar y en cada restaurante todos los días hasta las once o las doce de la noche. Aquí se ponen trabas, no se dan licencias a los locales y parece que la música en directo molesta. Y es una pena que no coexista ese discurso de música orgánica. Fantástico que triunfen la autovías de la vanguardia, pero las carreteras secundarias también están plagadas de gente que está probando, y que está desarrollando su propia voz y necesitan a las salas y a los clubes de música en directo. Y AIE también es una pata en la que nos apoyamos, y todo ello es fundamental cuando empiezas.
Tu carrera ha tenido un crecimiento muy progresivo y natural. ¿Qué papel consideras que tienen las salas de conciertos en el desarrollo de un artista?
Las salas de conciertos son imprescindibles para, poco a poco, tomar conciencia de los pasos que tienes que dar como artista. No solo para lograr que cada vez vaya más gente a verte, sino también saber cómo desarrollar las canciones, cómo interpretarlas. También a equivocarte, y a arreglarlo, a tropezarte y a levantarte. Sobre todo a incorporar lo fundamental a tu discurso musical, que es saber que lo más importante es lo emocional, y eso se aprende en las salas.
Ese crecimiento se ha producido también de la mano de canciones tocadas por la varita, como «Diciembre», «Como el viento» o «Te sigo soñando», que han calado de una manera extraordinaria en el público. ¿Tuviste la sensación de que tenían algo especial al componerlas?
Sigo siendo el primer sorprendido con que mis canciones dejen de ser de uno, y comiencen a formar parte de la vida de la gente. Es imposible saber eso, es parte de la magia. El otro día en Liverpool, dentro de este programa de AIE de intercambio con LIPA, vino a dar una charla Björn Ulvaeus, guitarrista de ABBA, y dio una masterclass de composición. Hasta él mismo nos confesaba que cuando hicieron «Dancing Queen», no sabían si iba a funcionar, o si iba a funcionar mejor «Fernando». Ese es el mejor ejemplo de que nunca sabes hasta dónde van a llegar las canciones.
Hablando de intercambio, en tu música se percibe un intercambio constante con el imaginario musical latinoamericano. ¿De dónde te viene esa influencia? Por ejemplo, en «La Gloria», en tu último disco, hay un ritmo muy similar al de la chacarera.
En el caso de «La Gloria» es un ritmo de festejo peruano, pero sí, son similares. Esta influencia me viene, primero por sangre, ya que mi padre era peruano. Aunque me he criado aquí, y mi mirada a la cordillera y a América empieza a partir de los 19-20 años. Hasta ese momento estaba más centrado en darlo todo en Malasaña, como demuestran mis patillas [risas]. Pero luego, sobre todo, por la curiosidad, descubrir que hay muchos mundos posibles muy interesantes, y muy ricos, al margen de la hegemonía de occidente.
Acabas de publicar Un Lugar Perfecto (2024). Después de seis discos de estudio en solitario. ¿Cuáles son tus principales retos a la hora de afrontar la creación de un nuevo álbum?
Sobre todo, que conecte emocionalmente con lo que estoy haciendo. En este caso, en cuanto a la estética, la forma en la que están planteadas las canciones, creí que era el momento de pedir ayuda y llamé a Gustavo Guerrero. Me ha ayudado a producir el disco por primera vez, ya que el resto de mis discos los he autoproducido. Gracias a eso he descubierto que transitar otro sitios es muy sano, y ha sido muy bonito.
¿Y cómo sería para Depedro el lugar perfecto?
Me dedico al mundo de la cultura, así que creo que el lugar perfecto es más un lugar emocional que un punto geográfico. Un lugar al que tu te intentas dirigir, y quisiera poner el énfasis, en la necesidad dirigirnos a ese lugar de una manera serena. Que nos hace mucha falta serenarnos.