¿Cómo nace BMAT?
BMAT nace a finales de 2005 en la Universidad Pompeu Fabra, dentro de un grupo denominado Music Technology Group (MGT), en el que una serie de investigadores deciden organizarse como empresa y hacer la primera startup de esta universidad. El trabajo que estaban haciendo estos ingenieros, que, a su vez, en su mayoría, eran también músicos -yo uno de ellos- era tratar de hacer entender la música a los ordenadores de la misma forma que la entendemos los humanos. En esa misión se desarrollaron una serie de tecnologías que, llegado el momento, algunos de nosotros vimos que tenían potencial dentro de la transferencia tecnológica de la industria, entonces convencimos al director general del Music Technology Group, Xavier Serra, y él a su vez convenció al rector de aquel entonces, y conseguimos crear el primer spin off de la Universidad Pompeu Fabra y de MTG, y empezar BMAT.
¿Lo que es hoy BMAT refleja vuestra idea inicial del proyecto o han ido surgiendo nuevas vías de desarrollo?
La verdad es que, lo que es hoy BMAT, no refleja la idea original del proyecto, ya que cuando empezamos, la herramienta principal que queríamos desarrollar era una serie de algoritmos que podían describir la música de manera automática. Es decir, al introducir una canción, los algoritmos te explicaban el ritmo que tenía, el tempo, la progresión de acordes, la instrumentación, si era relajante o excitante… Una serie de parámetros que permitían organizar las grandes bases de datos de manera distinta, sin tener que conocer el nombre del artista o la canción para encontrarlo. Es decir, que permite interactuar con la base de datos de una manera distinta, a través de recomendaciones musicales. Por ejemplo, poder decir: “quiero más música como el último single de los Pixies”, y de esta manera llegar a música que te interesa, a artistas nuevos y enriquecer el universo de escucha. Ese era el objetivo de BMAT cuando se fundó, indexar toda la música del mundo, ser el Google de la música.
Al cabo de dos años, tras conseguir varios contratos interesantes, vimos que los servicios de música que ya eran suficientemente grandes no querían externalizar un elemento de tanto valor añadido para ellos como las recomendaciones musicales. Así que, como teníamos varias tecnologías que habíamos licenciado para el desarrollo de BMAT, nos dimos cuenta hablando con la industria de que muchas veces faltaban datos de uso para hacer las distribuciones en el mundo del copyright, y tras dos años pivotando, entramos ahí. Y seguimos pivotando, ya que BMAT sigue constantemente redefiniéndose para mejorar su servicio.
Tratando de huir de tecnicismos, para que el público general lo comprenda, ¿cómo funciona vuestro sistema?
BMAT es un conjunto de aplicaciones que permiten facilitar la interacción entre dos compañías que se mueven dentro de la industria de la música. Es decir, en el mundo del copyright, que es muy complejo, nosotros somos una capa que ayuda a gestionar esa complejidad. En los procesos que sigue un copyright desde el momento de uso hasta el momento de pago al propietario de ese copyright, se necesitan una serie de datos. Toda esa información va pasando por distintas fases que muchas veces funcionan como compartimentos estancos, que no se comunican entre ellos. Solo con que una de esas fases falle, el dinero ya no llega a su destinatario. Nosotros somos casi como lampistas que arreglan el “sistema de tuberías” que existe en la industria de la música, arreglamos las goteras y, de paso, instalamos nuevas tuberías. Somos una infraestructura de transporte de información de uso e información de propiedad intelectual.
¿Los servicios de BMAT están solo disponibles en España o funcionan de forma global?
Los servicios de BMAT están disponibles en todo el mundo. De hecho, nuestra presencia en España, es importante porque tenemos aquí socios estratégicos, pero representa alrededor de un 7% de nuestro negocio. Nuestro nacimiento surge con vocación internacional desde el principio. Los primeros clientes de BMAT fueron Japón, Turquía, Barbados…Desde un principio nuestros servicios estuvieron disponibles fuera de España.
¿Por qué es importante que las salas de conciertos y clubbing se conecten a vuestra plataforma?
Nuestra forma de entender la colaboración con las salas es la siguiente: las salas ya están pagando unas licencias por el uso de la música, y nosotros ahí no entramos. Esos royalties se distribuyen entre SGAE, AGEDI y AIE. Lo que nosotros aportamos a este contrato entre entidades de gestión y salas de conciertos y clubs, es que podemos intentar que esa colaboración tenga un impacto mayor sobre la sala. Es decir, las salas ya pagan las licencias, pero no está muy claro si esas licencias acaban repercutiendo sobre la escena musical que esas salas soportan, sus apuestas musicales, o los artistas que van a tocar allí.
Lo que nosotros estamos intentando aportar es el cierre de ese círculo económico. Las salas pagan a las entidades, y las entidades de gestión deben aportar un valor de vuelta a través de los pagos a los sellos y los artistas que están sonando en esas salas y clubs, y que, con ello, estos sellos y artistas puedan invertir más en promo, en sus conciertos y espectáculos. Eso repercutirá en la sala de manera positiva y atraerá más público, e incluso la escena tendrá más capacidad económica y gastará más. Para nosotros, lo que es importante es que las salas puedan colaborar en la captura de datos de uso para que la distribución del dinero que ellos pagan sea lo más eficaz y eficiente posible.
¿Qué consideráis que os puede aportar la colaboración con Madrid en Vivo?
Tenemos la confianza y la ilusión de que, a través de esta colaboración con Madrid en Vivo, podamos entender mejor el mundo de las salas y las problemáticas que subyacen en ellas como negocios. Cerrar ese círculo que comentaba antes es muy complicado si solo se está cerca de las entidades de gestión, de los editores o de los sellos discográficos. Necesitamos estar al lado de cada una de las partes para poder empatizar con sus problemas y con sus retos. Y, a día de hoy, nos falta entender bien a las salas, trabajamos con ellas de manera muy colateral. Vamos e instalamos un dispositivo para las entidades de gestión, pero nos falta su visión, estar cerca de ellas. Y creemos que el tipo de colaboración que hemos establecido con Madrid en Vivo nos puede dar ese conocimiento, esa empatía y esa visión para poder trazar mejor estos puentes de información y tecnología, que pretendemos que sean lo más eficientes posible.
¿Cuál ha sido la contribución de BMAT a la industria musical y a los royalties por derechos de autor?
Es una contribución casi invisible. Si hacemos una estimación del dinero que se distribuye en base a nuestros datos de uso, estaremos cerca de unos 2.000 millones de euros que se distribuyen usando datos o procesos de BMAT. Nosotros como lampistas -siguiendo la metáfora que he usado antes- estamos tratando de tener un rol casi imperceptible, aunque muy importante: intentar que las dos partes que están interactuando para crear valor juntos en el mundo de la música, lo hagan sin tener que preocuparse de las complejidades que subyacen en el mundo de las licencias y el copyright. Cuando conseguimos intermediar, estamos transportando datos de propiedad intelectual de un lado al otro. Por esas vías, por esas “tuberías”, circula un flujo de unos 2.000 millones de euros.
Pero nosotros tenemos una visión romántica de esa cifra. Muchos de nosotros -como es mi caso- somos músicos, y, aunque el impacto económico es una medida importante que refleja lo significativo que es nuestro trabajo, lo que más nos apasiona es poder ser capaces de soportar cualquier modelo de industria musical futuro. A día de hoy, estamos matcheando trillones de líneas al año, o sea que hemos logrado un nivel muy significativo de procesado y de información. Pero lo importante es que esto tiene que repercutir en todo el ecosistema musical: el artista, las salas, los sellos independientes, los grandes editores…Todo el mundo tiene que ver que consigue generar incluso mayor valor con sus socios cuando BMAT interviene y aporta esas eficiencias de escala.