Desde su fundación en 1982 por Miguel Ángel Aguilera Fernández, el Candela se consolidó como un punto de encuentro único para grandes figuras del flamenco como Camarón de la Isla, Paco de Lucía, Enrique Morente o pepe habichuela. Este espacio no era solo un bar, sino un refugio para artistas, intelectuales y aficionados donde se vivían momentos mágicos e improvisados que trascendían el escenario. En esta nueva etapa, los socios han decidido mantener la esencia del Candela, respetando su nombre, logo e historia. Elementos originales del local, como las icónicas sillas de enea hechas a mano por Miguel y su padre, el suelo hidráulico en damero verde y blanco, y el cartel exterior, han sido restaurados con cuidado. Además, el local ha sido reformado para mejorar la acústica y la climatización, manteniendo un equilibrio entre tradición y modernidad. Las paredes combinan fotografías antiguas del Candela, recortes históricos, recuerdos de la familia de Miguel y piezas originales como el cuadro de 4 metros del pintor Bonifacio, amigo de Miguel Candela, cuya obra está también en el Reina Sofía. En la barra, Amanda ha reinterpretado la historia del Candela en azulejos decorativos, junto con un zócalo andaluz que incluye detalles como claveles y mecheros Zippo, en un guiño al nombre del bar. La cueva, conocida como la sala de la encrucijada, se ha mantenido intacta, respetando el lugar sagrado donde ocurrieron muchas de las noches más inolvidables del Candela. Lo que antes era un backstage y almacén, ahora se ha transformado en un acogedor comedor con una cocina que permitirá ofrecer una propuesta gastronómica completamente nueva.