LOS MENORES TAMBIÉN TIENEN DERECHO A LA MÚSICA

Ya está bien de que se impida por ley el acceso a los menores a las salas en las que se ofrece música en vivo.
Como público, pero también como futuros protagonistas del escenario, ha llegado el momento de decir que ya está bien de que se impida por ley el acceso a los menores a las salas en las que se ofrece música en vivo.

Si ya hasta en los festivales masivos –Rototom, Sonorama, Pirineos, Primavera Sound, Sonarkids…- se comprende la oportunidad –cuando no la necesidad- de que los niños acudan junto a sus padres a contemplar las actuaciones de los más variados artistas musicales e, incluso, se habilitan zonas de actividades exclusivas para los más pequeños, ha llegado la hora de acabar con el último tabú; ese que reza que las salas de concierto de las ciudades o pueblos no deben acoger la presencia de menores. Con una argumentación pacata, ideológicamente significada y repleta de falsedades, se olvida que la música que se ofrece en esos recintos es MÚSICA JOVEN. Es decir, concebida e interpretada para público que, en muchos casos, no es mayor de edad.

Por otro lado, cuando los asistentes tienen ya su propia familia hay que posibilitarles el hecho de que disfruten de la música que más les gusta junto a sus hijos, porque es la música que suena en sus casas. Obligarles a pagar un canguro para poder asistir a un concierto es poner obstáculos al desarrollo de su afición cultural.

Sonar es un ejemplo de festival con apartado para niños y jóvenes, integrado en las actividades de adultos y compartiendo talleres y actuaciones

Además, el argumento de la venta de alcohol en los recintos de música en vivo también es confuso. La mayor parte de los asistentes al Circo Price, o el Palacio de los Deportes, por poner un ejemplo, son niños y en las barras habilitadas venden alcohol –cerveza en concreto. ¿Por qué se discrimina entonces a las salas de música en vivo?
Por otro lado, muchos de los grupos de los 80 que son ahora tan alabados comenzaron a tocar en salas sin haber cumplido la mayoría de edad. Es difícil empezar a tocar pop o rock si no es a esos años; y buena parte del público asistente, que también tenía esa edad, se convirtieron también en músicos al advertir que un chico de su edad podía subirse a un escenario a expresarse musicalmente. ¿Por qué cercenar ahora esa posibilidad?
Mostremos que nuestra idea de progreso es coherente y defendamos el hecho de que un joven pueda ir a ver conciertos sin presuponer que eso va a ser perjudicial para su formación. Todo lo demás será coartar la libertad de los jóvenes a causa de un miedo que carece de fundamentos reales; algo que nuestros gobernantes tienen que aprender a desechar de su modo de gobernarnos, si no quieren que nos sintamos injustificadamente tutelados.

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