Desdiciendo a Gardel, Manuel Cuesta (Sevilla, 1975) puede acreditar que en 20 años (los transcurridos desde que tomara la alternativa en el escenario del desaparecido Café Clichy) la vida da para mucho. A diario emula a su superhéroe predilecto, Spider-Man, llevando una doble vida en una oficina para poder sostener su verdadera vocación, la de poner un toque de luz o de nostalgia a quienes se cruzan con sus letras. Cuesta pertenece a la ya no tan joven generación de cantautores andaluces que a mediados de los 90 tuvo como escuela musical La Carbonería, un templo cultural al que, siguiendo el consejo de Sabina, no ha querido volver porque allí fue feliz. Su último trabajo, El último baile, es un disco-libro cargado de referencias cinematográficas y que afronta, como en cada parto, con el vértigo que da pensar que quizá pueda ser la última vez.
(Javier Ortega. dialogados.com)