Para ser Teleco hay que dedicarle muchas horas y cuando la pasión de tu existencia te atrapa la prioridad cambia. Eso le pasó a Jose Lanot que empezó Telecomunicaciones pero pronto tuvo claro que la música no es solo un hobby.
Desde su tierna infancia algo le llamaba la atención. "El momento decisivo de mi vida fue ver "A hard day´s night" por la tele con doce años. Después llegó el punk y mi universo comenzó a girar alrededor de los conciertos y de las emisoras de radio que programaban un buen montón de oldies con todas las novedades”.
Ya en su etapa universitaria empezaba su andadura en las bandas. “Montamos La Fundación, mi primer grupo. De alguna manera conseguí terminar el Magisterio de inglés y lengua española (de hecho la carrera me encantó), pero no pude con los últimos años del grado superior de Filología porque estaba viviendo un momento muy excitante con Sex Museum y es complicado diversificar tu energía cuando estás on fire con algo. Después vinieron Los Potros y más tarde los Wonderboys, el mejor grupo en el que he tocado”.
Pero las bandas son como las parejas, te pueden dar tal disgusto que te orienten hacia la felicidad del trabajo de tu vida. “Cuando nos separamos, el hostión fue tan grande que decidí dar un giro radical a mi vida colocándome al otro lado de la barrera para tener una visión más completa del mundo en el que me movía. Surgió la oportunidad y me examiné para optar a un curso de sonido en el Centro de Tecnología del Espectáculo”.
Y como la melomanía y la formación tienen su punto de unión, El Sol es el lugar donde se han unido para José Lanot. “Llevaba ganándome la vida como disc jockey un montón de años, y en ese momento era corresidente en El Sol. El técnico, Willy, me dio la oportunidad de hacer las sustituciones, y al mismo tiempo empecé a hacer sustituciones en otras salas y a viajar con unos cuantos grupos”.
Su premisa de trabajo la tiene clara. “Mi compromiso es con el grupo y conmigo mismo, y eso revierte de manera directa e inmediata en beneficio de la sala”.
Con esas bases, esfuerzo y pasión heredó la titularidad en la sala El Sol. “Para cuando heredé la residencia de sonido en El Sol ya tenía bien definido mi sistema de trabajo, basado en una simple premisa: la persona que está sobre el escenario podría ser yo, ¿cómo me gustaría que el técnico preparara y llevara a cabo mi concierto?. La respuesta a esa pregunta raya la obsesión: establezco contacto previo con todos los grupos que voy a sonorizar, y si no tienen técnico, trato de transmitirles que no soy el funcionario de turno que les ha tocado esa noche, sino alguien a quien le importa que puedan desarrollar su potencial al máximo durante el concierto, un poco como si fuera su técnico personal. Preparo la logística de la prueba y los aspectos puramente técnicos al detalle (coordinándome con mis compañeros), escucho las canciones, veo videos en directo y a veces leo entrevistas para rizar el rizo”.
Si la pasión se desborda cuidado con Jose que se lo trabaja mejor que el mayor fan que la banda tenga. “Cuando la locura es máxima estudio el concierto con el setlist en la mano, canción por canción. De esa manera me empapo del espíritu que siempre subyace bajo las grabaciones para estar en sintonía con el grupo el día del concierto tanto a nivel emocional como puramente profesional, y de paso me fijo en detalles particulares o generales que me van a ser útiles para redondear el resultado durante la prueba”.
Pero hay veces que algunos músicos no ven su pasión. Eso sí, no descuida su trabajo aunque las circunstancias se lo pongan todo en contra. “Con The Pirates, las grandes leyendas de la música británica de los primeros sesenta que se reinventaron como grupo sudoroso de Pub Rock a mediados de los setenta, estaba excitadísimo. Venían el cantante y bajista original, Johnny Spence, y el guitarrista Mick Green. Nada más llegar a la sala se enchufó a su Marshall, lo puso todo al once y metió un guitarrazo que hubiera hecho temblar al mismísimo Lemmy. Me acerqué y le dije: “Mister Green, ¿sería usted tan amable de bajarse un poco del ampli para lograr un "equilibrium on stage" con el ampli de Johnny y la batería y que yo pueda sacarlo todo fuera supermolonamente y bla bla bla?". Me puso la mano en el hombro, mirándome con una flema más británica que el Big ben, y contestó: "muchacho, no es la primera vez que me dicen eso, búscate la vida".
Y me la busqué, claro. Y encima los muy cachondos firmaron con desgana mi vinilo del Greatest Hits de Johnny Kidd and The Pirates".
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