Tesón, ilusión, esfuerzo, coraje y mucho corazón es lo que ha puesto Arantza Rodríguez para lograr estar y aportar en la escena musical madrileña. Además de ser una de las trombonistas, escasas por cierto, referencia en la escena musical saca partido de sus habilidades como programadora y proveedora de bebidas detrás la barra de Hangar 48.
Desde que era estudiante en el conservatorio no ha escatimado sacrificios para aprender música e instrumentos de viento. “Con 10 años empecé con el bombardino. Soy de Daganzo de Arriba y entré en el conservatorio de Madrid. Trabajaba en una tienda de ropa y estudiaba en la capital. Nada más que hacía darme paseos de mi localidad a Madrid sin tener coche que eran como tres horas de viaje”.
Tanto vaivén te acaba arrastrando donde vive más gente y eso pasó. Se vino a trabajar, estudiar y residir a Madrid. “Continuando con mis estudios empecé trombón y descubrí las jam sessions, ahí tiene un gran papel Arturo Pueyo”. Primero recaló por la barra del Wurlitzer Ballroom pero sus dotes musicales no pasaron desapercibidas. Allí probaron la idea de realizar una de las primeras jams sessions con una banda base íntegramente formada por instrumentistas femeninas con las mismas condiciones profesionales que el resto de los músicos en el circuito con las mismas condiciones profesionales que el resto de los músicos en el circuito, The Stickless. Y además empezó a hacer giras con artistas conocidos como músico profesional.
Detrás de una barra ha vivido cosas que para el profesional son de gabinete de crisis pero para el público son antológicas. “A un guitarrista que llevaba conexión inalámbrica se le ocurrió subirse por la barra. Las camareras hicimos un trabajo rapidísimo para retirar todas las copas. Iba bailando y tocando a la vez, haciendo punk. Si no estamos atentas hubiera tirado todo lo que tuviera por delante”.
La llegada de la pandemia modificó su vida, como la de todos. “Entré en Hangar 48 como camarera porque necesitaba un trabajo para respaldar el pago del alquiler de mi casa y un arreglo de la boca. Se supone que era pasajero. Me dedicaba a dar bolos y me llamaron para tocar en Mafalda. Además el encargado de la sala me propuso ser la programadora al ver que conocía a casi todos los músicos. Cogí ese rol y llegó la pandemia”.
Con la reapertura de la sala de conciertos, cumpliendo las medidas de aforo, distancia y sanitarias, Arantza ha adquirido más responsabilidades aportando su plus en la organización del trabajo. Distribuye el público en los asientos asignados a cada uno para las actuaciones, despacha bebidas mano a mano con sus compañeros durante el concierto y construye el cartel de artistas que van a desfilar por el escenario. Si es requerida, se da en numerosas ocasiones y si sus labores no lo impiden, podrás verla soplando su trombón o el helicón, su nueva adquisición, sobre las tablas del Hangar 48.