ALFREDO DURO DE ‘EL CHIRINGUITO DE JUGONES’

Hay algo que diferencia a Silikona de la gran mayoría de salas de conciertos de Madrid, que no la convierte en mejor o peor lugar, pero que la distingue: su esencia de sala de barrio con el olor al rock de los mejores tiempos.

El paso de los años ha cambiado algunas cosas pero entrar en ella sigue generando recuerdos imborrables. De conciertos que, en sus comienzos, convirtieron a Silikona en un frecuente y obligado lugar de paso y que situaron al barrio de Moratalaz en el mapa del pop y el rock de Madrid. Años de "Movida Madrileña" y Rock and Roll de asfalto y corazón urbano. Entonces, mediados los años ochenta, Silikona abrió sus puertas a una poderosa e imparable agitación social y cultural que convirtieron a nuestra ciudad en un hervidero musical y marcó a toda una generación. Fue escenario de conciertos inolvidables y siempre mantuvo un carácter especialmente abierto en su relación con los gustos del momento.

En tiempos en los que algunas salas optaron por seleccionar un determinado estilo Silikona mantuvo su carácter integrador. Una clara apuesta por la diversidad que hoy, treinta años después, mantiene con el mismo convencimiento que entonces. Estuve en algunos de aquellos conciertos memorables de Silikona y ahora, cuando tengo la oportunidad de pinchar música allí, no dejo de compartir muchas de las mismas sensaciones. Algunas cosas han cambiado, pero Silikona no deja de observarnos a todos desde su barrio de Moratalaz, un crisol de culturas y actitudes que no cierra sus puertas a nadie. Cuando suena la música no hay límites. Sabes que formas parte de un mundo sin apenas fronteras y especialmente generoso. Eso es Silikona. Una sala que rompe barreras sin ruido ni grandes pretensiones.
Una mirada al pasado que invita a vivir el presente.

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