A Prince le alucinaba. Dijo sentirse impresionado por su presencia escénica, que consideraba a la altura de la mejor Sheila E. Y también, cómo no, por su peculiar forma de tocar el bajo. Por la carnalidad de ese instrumento que, pulsado con tal músculo, es la esencia del mejor funk.
La norteamericana Nik West lo domina como pocos, y junto a su fogosa voz ha condimentado, sin prisa pero sin pausa, una discografía de cuatro álbumes de estudio y un directo, el reciente “Studio Live Session” (2025), que le han reportado comparaciones con el talento omnívoro de Prince (cómo no), pero también de Lizzo o Bruno Mars. A lo largo de su carrera ha colaborado con Dave Stewart (Eurythmics), John Mayer, Glee o Narada Michael Walden. Pero donde esta belleza leonina, heredera también de Bootsy Collins, Rick James o George Clinton, suele dar le mejor de sí misma, es sobre el escenario. Su visita a Villanos del Jazz debería ser de asistencia obligada.
